jueves, 6 de diciembre de 2007

Fair play

El deporte es un ejemplo de proceso civilizatorio. Como la mayoría de los juegos muchos nacieron en inglaterra, las grandes familias apoderadas que participaban en las cortes hacían sus tiempos libres y viajaban a los countys, afuera de la gran aldea de Londres.
Para simplificar el contexto cultural del momento la ley era manejada por la bruteza y el dolor físico, si una norma no era aprobada, como sucede entre bandos opuestos se iniciaba la guerra en el mismo parlamento. El deporte pone límite a esto, y por medio del uso de las reglas teóricas se inicia el proceso de regulación de los actos humanos.
El refinamiento inglés refleja su espíritu en el cricket, el tenís inventado por los monjes (se jugaba en los jardines que rodeaban los monasterios), el fútbol entre otros. De esta forma se inician los clubs entre los clanes.
La popularización empieza con el tacto del pueblo, muchos de los sirvientes de los ricos observan como sus jefes juegan, y en sus ratos libres practiban lo mismo pero en el pueblo. Así el deporte como rabia de perro se extiende en los alrededores.
Hoy el gran problema de la violencia gira entorno a varios ejes:

1) La sociedad moderna tras el stress laboral más la desocupación y el proceso de inversión de la educación provoca la catarsis. Ejemplo, los barra bravas.

2) El circuíto de retroalimentación de la violencia es regenerado por los ritos mediáticos, los jugadores, la política y el pueblo.

3) Los terceros países con bajos presupuestos en las instituciones regeneran un nuevo circuíto, mutación de las reglas establecidas en el juego.

¿Puede haber solución ante todo esto? ¿Existe una forma de frenar la bola de nieve? ¿Hay conciencia?

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