Primera face del deportista
Deporte, te quiero como sos
Todos los deportistas compartimos una misma pasión y distintas emociones. Cada actividad al aire libre refleja el interior del ser humano, las ganas de salir de uno mismo y crear en nuestro espíritu nuevas dimensiones de la vida. En la montaña, en el delta, en el aire, en el campo, siempre hay oportunidades para ponerse un par de zapatillas y salir a respirar el entorno que nos rodea.
Cómo manifestar la actividad
Desde niños sentimos la necesidad de expresarnos mediante el cuerpo, hay distintas etapas, la más recordada son los primeros pasos. Es necesario estimular al chico para que este pueda expresarse mediante sus movimientos corporales.
Durante su adolecencia se recomienda darle la oportunidad al pequeño para que pueda elegir qué deporte hacer,y cuáles son sus pasiones. Enseñar y comunicar qué es deporte es una responsabilidad que uno debe asumir eticamente. Esto significa entender a nuestro receptor, estimularlo y ser paciente con él.
¿Qué pasa cuando el niño se ve frustrado?¿Qué debemos hacer?
El primer paso es darle a entender qué estamos con él y escucharlo, luego hay que dejar que este asuma el desafío del juego, en el caso futbol, y que sepa enfrentar el reto. Él mismo debe enfrentar sus miedos, de otra forma su angustia crecerá.
Historia de mi miedo en el Río de la plata
Provengo de una familia de arquitectos navales, por mi lado paterno los Deane siempre tuvieron algo que ver con el mar y los barcos. De chico mi padre me enseño a cómo enfrentarme a un gran desafío, la náutica. Comencé a los 9 años en un optimist (barco pequeño a vela para chicos desde los 9 hasta los 15 años de edad).
Dicho deporte, en su momento, tenía dos categorías, principiantes y timoneles. Los primeros pasos fueron navegar dentro de la bahía del Yaght Club, y de apoco ibamos en compañía de un profesor saliendo hacia el Río abierto.
Cada vez mi espíritu de deportista crecía con ganas de obtener velocidad y nuevos retos, las regattas. La segunda etapa fue un durante el invierno, los vientos en esa época son huracanados y hace muchísimo frío.
Mi segunda etapa fue las más exitosa, salir al Río de la Plata a competir era mi mayor azaña. En el gomón, junto a mis compañeros observabamos los dibujos esquemáticos del entrenador. Cada dibujo se me insertaba en mi mente como tatuajes imborrables, pero mi gran miedo eran las tormentas.
Yo era chiquitito, pesaba muy poco y cualquier viento me tumbaba, eso implicaba volver a levantarme después de una caída. Hoy agradezco a mi padre la oportunidad de haberme dado practicar aquel deporte. Navegar me hizo enfrentar solo todo tipo de miedo hacia lo desconocido, el respeto por la naturaleza, las corrientes y las olas.
Crecí como deportista y lo sigo siendo, de esa forma pasé a mi tercera etapa, la más importante en mi adolecencia, ser un timonel. Esto implicaba ya ser un hombre, no demostrar el miedo, sino los colmillos como animales ante mis competidores. Observarlos, saber cómo se llamaban, y de dónde venían. Todos los datos posibles me ayudaba a sentirme un hombre de hierro, y poder identificarme con mi grupo y defender el honor y el título de club y de uno.
Mis padres me apoyaron en cada decisión que tomé, estuvieron a mi lado cada vez que salía al Río, y observaron todos mis movimientos de aprendizaje. Los más importante que sentí de ellos es la sabiduría de su enseñanza para que yo mismo haga mis decisiones y sea cada día más independiente. Me ayudaron a reflexionar sobre mis miedos con actos.
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